Las fuerzas sociales que nos rodean son muy poderosas. Muchas veces el que una persona emita una risita, tosa o bosteza hace que el resto de gente de alrededor haga lo mismo. Un núcleo de personas se detiene y mira hacia arriba, y los transeúntes interrumpen la marcha para hacer otro tanto.
La risa puede ser contagiosa. Estos, son modos de conformismo que nos inducen a modificar nuestro pensamiento o nuestra conducta para lograr que se armonice con cierta norma grupal.
Ahora bien, ¿por qué se somete a la presión social? ¿Por qué se aplaude cuando otros aplauden, se come cuando otros lo hacen, se cree en lo que creen los otros, incluso se ve lo que otros ven? A menudo se hace para evitar el rechazo o para conquistar la aprobación social. En tales casos, se responde a lo que los psicólogos sociales denominan la influencia social normativa.
La persona es sensible a las normas sociales (las reglas de conducta aceptadas y esperadas) porque el precio que se paga por ser diferente quizá sea muy alto. Pero hay otro motivo: el grupo puede suministrar información valiosa. Cuando se acepta la opinión de otros acerca de la realidad, se está respondiendo a la influencia social informativa.
De esta forma la influencia social puede ser constructiva o destructiva. Cuando la influencia apoya lo que la persona aprueba, se aplaude a los que muestran “un espíritu abierto” y tienen “sensibilidad” suficiente como para “reaccionar”. Cuando la influencia apoya lo que se desaprueba, la persona desprecia el “conformismo sumiso” de los que se someten a los deseos de terceros.
No se deje influenciar por la gente que muchas veces tiene ideas distintas a usted. Trate de entenderlos pero jamás comparta una idea que no está dentro de tus fundamentos éticos.